lunes, 25 de octubre de 2010

CIERRE PREVENTIVO

NEFASTO CIERRE PREVENTIVO EN LA UNIVERSIDAD PEDAGOGICA NACIONAL

“Cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad”.
Bertolt Brecht


RENAN VEGA CANTOR
Profesor Titular, Departamento de Ciencias Sociales

E
l 6 de octubre los miembros de la comunidad universitaria de la UPN fuimos sorprendidos con el anuncio de un nuevo cierre, el enésimo en los últimos siete años de las administraciones de Oscar Ibarra y ahora de su sucesor Juan Carlos Orozco. Sin embargo, este nuevo cierre ha tenido una característica perversamente novedosa en la historia de nuestra universidad: es un cierre preventivo. Así con todas las letras.
Decimos que es novedoso en la historia de la UPN, pero en realidad no tiene nada de original si nos situamos en el contexto mundial y nacional, puesto que la doctrina de lo preventivo ha hecho carrera desde el 11 de septiembre de 2001 cuando el criminal George W. Bush declaró la guerra preventiva contra el “terrorismo”, desde luego no contra el de él –es decir, el terrorismo de Estado-, a nombre de lo cual invade, ocupa y bombardea varios países, al tiempo que ha organizado la muerte de millones de personas en todo el planeta.
A su vez, los gobiernos colombianos, marionetas fieles del imperialismo estadounidense, han aplicado la misma “teoría” preventiva en nuestro país y en Sudamérica al proclamar como doctrina, ilegal por supuesto, la guerra preventiva contra los que denomina “terroristas”, lo que le ha dado una patente de corso para organizar, planear y realizar crímenes, propios también del terrorismo de Estado a la criolla, tanto en Colombia como en países vecinos. Al respecto sólo basta recordar el bombardeo asesino en marzo de 2008 en Ecuador, un hecho condenado por instancias tan poco sospechosas de ser “amigas de los terroristas”, como la Organización de Estados Americanos (OEA). Con eso hecho, se inauguró la guerra preventiva, de estirpe estadounidense, en América Latina, llevada a cabo por sus incondicionales peones colombianos.
En concordancia con estos aspectos, como tal la doctrina de la acción preventiva no tiene nada de nueva, máxime que es bueno recordar que la “guerra preventiva” ya se enunció y aplicó en la Alemania Hitleriana desde la década de 1930.
Esta precisión sobre lo preventivo es necesaria para determinar el carácter del Comunicado de “la dirección (sic) de la Universidad Pedagógica Nacional”, una instancia que no existe ni jurídica ni legalmente, y que recuerda de inmediato los comunicados fantasmales de Oscar Ibarra. ¿Quiénes conforman la Dirección de la UPN? ¿Se está hablando del Consejo Superior, del Consejo Académico, del Cuerpo de Decanos, de los directores y/o coordinadores de Programa, de todos ellos juntos, o de qué? ¿Será que a todas estas instancias se les consultó y éstas aprobaron el cierre preventivo de nuestra universidad?
Tenemos, entonces, en primer lugar un comunicado cuyo origen es bastante oscuro y confuso, confusión que aumenta al constatar que al final está firmado por el señor Rector Juan Carlos Orozco. ¿Él, fiel al más puro estilo ibarrista y uribista que se ha impuesto en este país, es la dirección de la UPN? ¿Quién le ha conferido tal poder, como el Rey Sol, que lo lleva a arrogarse la dirección de la institución y a decretar el cierre a nombre de una fantasmal dirección de la UPN? ¿Esta acción, a todas luces ilegal, adquiere legitimidad porque la decreta una inexistente Dirección de la UPN?
En segundo lugar, el argumento que se pretende esbozar en la comunicación del señor Rector de la UPN, a nombre de la volátil Dirección, es de una pobreza franciscana, ya que se dice, nada más ni nada menos, que existen “claros indicios” que las instalaciones de la UPN en la calle 72 van a ser tomadas “para instalar un campamento en solidaridad con el Congreso de los Pueblos y dada la inadecuación de las instalaciones físicas y sanitarias de la sede de la calle 72 para atender a una situación de esta naturaleza se hace necesario tomar medidas preventivas”. (Énfasis nuestro) La pobreza argumental se nota en el enunciado inicial: existen indicios, pero ¿cuáles?, ¿de qué tipo?, ¿como se prueban o demuestran? De eso no se da ningún detalle concreto, ni en la semana posterior al cierre preventivo de la UPN se ha conocido alguna evidencia o prueba que nos haya suministrado la fantasmal Dirección de la UPN. ¿Una medida tan drástica como cerrar el campus de la 72 se hace a partir de chismes y conjeturas? ¿Nos atrevemos a perjudicar a la comunidad universitaria basándonos en los rumores, o en lo que piensa mi abuelita, luego de haber visto las mentiras propaladas por los noticieros de televisión? ¿O es que ya estaba anunciado lo que iba a suceder en la semana del 7-8 de octubre, día en que se conmemora el asesinato de Ernesto Che Guevara, en los mágicos e increíbles computadores de Raúl Reyes y el Mono Jojoy? O, algo que todavía es más crítico y riesgoso: ¿Es que la Dirección de la UPN, cuenta con equipos de informantes a sueldo que le dicen que se está preparando en la Universidad? ¿O es que la Dirección de la UPN, se caracteriza como Álvaro Uribe Vélez, por poseer una “inteligencia superior”, tan superior que cuenta con un poderoso aparato para hacer chuzadas e interceptaciones ilegales de todo tipo a quien se le antoje? Cómo puede verse sin mucho esfuerzo, lo único que tenemos claro radica en que sufrimos otro cierre de la UPN que se justifica de una manera pueril a partir de conjeturas, de las que ni siquiera se dan detalles y no se muestra ninguna prueba.
En tercer lugar, la letra del comunicado es de un elitismo excelso (clacismo, lo llamarían los sociólogos) porque allí se afirma que hay indicios de que se va a instalar “un campamento en solidaridad con el Congreso de los Pueblos y dada la inadecuación de las instalaciones físicas y sanitarias de la sede de la calle 72 para atender a una situación de esta naturaleza…” se suspenden las actividades académicas. Aquí cabe preguntar para tratar de determinar el asunto de fondo: ¿El problema radica en que se instale un campamento de solidaridad con un movimiento popular, en el cual participan campesinos, indígenas, trabajadores, mujeres pobres y estudiantes? ¿Si fuera un concierto de Juanes o de Chaquira o un desfile de modas con Natalia Paris en paños menores no existiría ningún inconveniente? ¿Es que la presencia de esos indeseables pobres puede afear aún más la desvencijada y tugurizada sede de la Universidad Pedagógica Nacional? ¿Un evento organizado por el capital financiero transnacional (tipo Reality Show) que domina el espacio físico de la Avenida Chile, sería mal visto por la fantasmal Dirección de la UPN? Hasta donde sabemos la UPN se proclama como una institución pública y, por definición elemental, lo público le pertenece a la comunidad, y no sólo a la universitaria sino a toda la población, y ella debería ser admitida en el espacio físico de la UPN, como cuando se realizan actos como el que vivió Bogotá el fin de semana anterior, en el cual se congregaron 20 mil personas en la Universidad Nacional procedentes de todo el país, enalteciendo con su dignidad popular la diversidad cultural de Colombia. Es esa realidad social y cultural la que se ha despreciado con esas bochornosas insinuaciones del comunicado firmado por el señor Juan Carlos Orozco, más aún si se recuerda que las últimas administraciones de esta universidad se precian de haberla convertido en una institución nacional y multicultural. Con los hechos reseñados se demuestra que concepción de nación y de cultura subyace en la espectral Dirección de la UPN. ¡Una concepción aristocrática, goda y excluyente sobre el país y sus gentes humildes!
En cuarto lugar, y con relación al estado de las instalaciones de la UPN, que según la Dirección de la UPN podían ser afectadas por los actos de solidaridad del Congreso de los Pueblos, resulta por lo menos curioso preguntarse ¿por qué esas mismas preocupaciones no se han escuchado para referirse al calamitoso estado de la infraestructura de la UPN, tanto en la calle 72 como en otras sedes, entre las cuales sobresale por su indignidad Valmaria, en donde sólo hay galpones y campamentos propios para levantar gallinas pero no para educar a seres humanos? ¿Acaso la autoproclamada Dirección de la UPN deambula por nuestra universidad y se ha dado cuenta que los salones de clase se están cayendo literalmente a pedazos? ¿Por casualidad alguna vez esa misma Dirección ha dictado clase en el antiguo “Salón de los Espejos, denominado por los estudiantes como los salones microondas? ¿La Dirección de la UPN se baña en la contaminada piscina de la calle 72? ¿La Dirección de la UPN sabe de la existencia de programas académicos, como los de Derechos Humanos y Educación Comunitaria o de Filosofía, que no cuentan con los recursos más elementales y que no tienen salones propios para desarrollar sus actividades? ¿La Dirección de la UPN se pasea por nuestros corredores y parajes para notar la superpoblación que nos ha dejado una política irresponsable de cobertura que se ha impulsado con el único fin de mostrar indicadores cuantitativos de “buena gestión”? ¿La Dirección de la UPN ha asistido a las clases de 40 y más estudiantes en espacios reducidos en donde ni siquiera hay pupitres y muchos estudiantes deben permanecer de pie, o sentados en el suelo, o escuchar la clase fuera del salón?
En quinto lugar, el cierre no sólo fue PREVENTIVO también fue SELECTIVO, porque únicamente se suspendieron las actividades académicas en la sede de la calle 72, y además aduciendo un pretexto que produce risa, y no porque sea cómico, sino porque es un sofisma de mal gusto y en el que otra vez emerge el elitismo: “Se tiene evidencias de actividades que pueden desencadenar en disturbios que afectarían la programación cultural y de integración prevista por la comunidad de la calle 72 en el marco de la celebración de los 90 años de inauguración de la Avenida Chile, efemérides a la cual nos vinculamos”. (Énfasis nuestro). Parece que el problema, tal y como lo concibe la etérea Dirección de la UP, radica en que nuestros estudiantes, los cuales afean la avenida de los grandes bancos y corporaciones financieras, según rumores de mi abuelita van a entorpecer la celebración de la “comunidad de la calle 72” y eso no se puede permitir porque el capital financiero en lugar de apestar el sector le da brillo y lustre, y por eso la Dirección dice que a esa efemérides “si nos vinculamos”. Y puede observarse la paradójica afirmación de que nos sumamos a la celebración, cerrando la universidad. ¡Bonita forma de hacer que la universidad participe en la celebración! Además, se habla de la comunidad de la calle 72 de la que no formaríamos parte los miembros de la comunidad universitaria y por eso, por decreto, se cierra la UPN para que su comunidad se disuelva en los días en que se conmemoran los 90 años de la calle 72, en la que, como queda claro, somos un estorbo para el capital financiero y los yuppies de la Avenida Chile. A estas alturas no sabemos ni cómo fue la tan aclamada celebración y de que manera se hizo participe en el evento la Dirección de la UPN. ¿Acaso la Dirección de la UPN dejo de ser fantasmal, se volvió corpórea y desfilo en una comparsa institucional por las calle 72, al lado de los banqueros y gerentes de las empresas multinacionales que embellecen el sector, como símbolo de la integración plena de la UPN con el capital financiero de la Porciúncula?
En sexto lugar, como en el caso de las guerras preventivas –que encarnan los Mesías salvadores como George Bush, Barak Obama, Álvaro Uribe Vélez o Juan Manuel Santos –nosotros los vulgares mortales debemos agradecerles por el favor que nos hacen de salvarnos del mal, encarnado en los perversos enemigos de la “civilización” y el “progreso”, que ellos están eliminando con sus “bombas inteligentes”. Pero, que va, nosotros desagradecidos no entendemos que esas acciones preventivas, ellos las libran a nuestro nombre y se hacen por nuestro bien y redención. Lo mismo proclama la espectral Dirección de la UPN por boca de su emisario, el señor Juan Carlos Orozco, cuando escribe: “Por las anteriores razones, con miras a garantizar la integridad de los miembros de la comunidad universitaria, a salvaguardar las instalaciones de la Universidad y a velar por la tranquilidad de la comunidad del sector, se determina la suspensión de actividades de pregrado en la sede de la calle 72 los días 7 y 8 de octubre”. (Énfasis nuestro).
Como puede notarse se reproduce al pie de la letra la misma lógica de las guerras preventivas: las acciones se hacen para protegernos a nosotros, profesores, trabajadores y estudiantes, y a la comunidad del sector, de la que como vimos antes en la práctica no hacemos parte. Además de que la sede de la calle 72 de la UPN se cierra a partir de los chismes de mi abuelita o de los datos proporcionados por los informantes secretos de la fantasmal Dirección, debemos estar agradecidos porque la suspensión de actividades académicas se hace para garantizar nuestra integridad. Esto sólo puede considerarse como propio de una razón cínica, la que se ha impuesto en Colombia en los últimos años y que, por supuesto, tenía que evidenciarse en la UPN, en donde como vemos la “lógica ibarrista” sigue reinando.
Así como en el país ya estamos en el Uribe III, en la Universidad Pedagógica Nacional, nos encontramos ante Ibarra III, porque el modelo de universidad que diseñó el enviado del uribismo sigue su marcha. Lo único que ha cambiado, como en Colombia, es la mascara, el decorado, las apariencias, porque la esencia sigue siendo la misma, profundamente autoritaria, antidemocrática y antipopular.
Por esta razón, tras la inauguración de los cierres preventivos en nuestra universidad, de seguro asistiremos en lo sucesivo a la imposición reiterada de este tipo de clausura forzosa ante el menor chisme o rumor. Y con esto la Dirección fantasmal de la UPN ha inaugurado un nuevo tipo de tropel, de tipo institucional, al que bien podríamos bautizar como el TROPEL PREVENTIVO.
Bogotá, octubre 15 de 2010

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