viernes, 2 de mayo de 2008

Bello discurso de Piedad Córdoba en el lanzamiento del libro sobre "Simón Trinidad" de Jorge Enrique Botero‏

PRESENTACION DEL LIBRO "SIMON TRINIDAD, EL HOMBRE DE HIERRO", DE JORGE ENRIQUE BOTERO,
A CARGO DE LA SENADORA PIEDAD CORDOBA

Bogotá DC., abril 29 de 2008

Agradezco la oportunidad que se me brinda, en este evento internacional, de hacer la presentación del trabajo, a mi juicio trascendental, que el insomne reportero y escritor que es Jorge Enrique Botero acaba de someter al análisis de los colombianos y colombianas de este tiempo y del porvenir.

Se trata de una obra que, sin lugar a dudas, va a generar una gran discusión nacional por su visión independiente y transgresora en torno a uno de los factores que con mayor impacto está perturbando el desarrollo de nuestro proceso socio-político, como es el conflicto interno armado, político y social que hemos padecido durante sesenta años.

Jorge Enrique Botero, desde hace varios lustros, armado sólo de su valentía sin orillas y de una libreta de apuntes y, en ocasiones, de un equipo de televisión, ha logrado impactantes registros de nuestra más cruda realidad, extraídos con ingenio y agudeza de las reflexiones que los actores menos aceptados confiesan en relación con el eterno drama humanitario del país.

Pero Botero no lo ha hecho de cualquier manera, ni motivado por la ilusoria expectativa de figurar -que bien merecido lo tiene- en los anales de la literatura de investigación, ni amparado en fáciles recursos o en muelles oportunidades logísticas.

Por el contrario, ha asumido su oficio de reportero de la vida y de la rebeldía con valentía y con coraje. Incluso con una dosis de buen humor que lo protege de los aludes depresivos, muy corrientes en una atmósfera eléctrica como la que la actual situación nacional nos depara.

Desafiando preconceptos y riesgos que pocos de sus colegas se atreverían a enfrentar, situados ellos y ellas en el dorado refugio de las comodidades capitalinas, conque los grandes grupos económicos les encadenan, para pisotear la dignidad del pueblo colombiano.

Botero marca distancia con el convencionalismo de los lugares comunes y con la genuflexa conciencia del paraperiodismo sumiso, que hace la guerra simbólica en beneficio de los intereses creados y crea matrices de opinión adversas a la realidad para congraciarse con el régimen mafioso.

Con "Espérame en el cielo, capitán" y "Últimas noticias de la guerra", en su nuevo libro "Simón Trinidad, el hombre de hierro", Botero articula una saga extraordinaria de miradas profundas a la naturaleza de nuestros conflictos sociales y políticos. Y se aparta de los estereotipos vocingleros que estigmatizan a la "contraparte" y transmiten sus boletines desde los aviones de las brigadas militares o de rodillas ante los escritorios del ministro de turno.

En sus contenidos el autor logra hacer visible esa Colombia oculta, marginada y combativa que tantas vidas ha entregado buscando las posibilidades de un cambio real de la sociedad que les permita superar las dolamas causadas por la irritante concentración de la riqueza y por el malevaje de una oligarquía de corazón pequeño y unas mafias sin alma.

Sin embargo, éste nuevo trabajo, difiere de sus anteriores en que está dedicado a trazar los rasgos humanos y humanistas de un hombre nada común, es decir, el perfil de Simón Trinidad, guerrero por la paz, contradicción en los términos que sólo la resuelve la voluntad de un intelectual a quien las condiciones infrahumanas de sus compatriotas llevaron a empuñar las armas de la insurgencia contra la antipatriótica explotación de unos pocos.

En este excepcional trabajo, Jorge Enrique Botero se vuelca con todo un mar de recursos estéticos, en el que imbrica diversos géneros que van desde la reportería, la petit histoire y la narrativa policroma, hasta el ensayo biográfico, que trabaja con esmero de artesano en el oficio de escribir.

De un momento a otro el lector se siente atrapado por la plástica narración que Botero va tejiendo en segmentos aparentemente inconexos, que luego entrecruza como si tuviera cuatro o más cámaras de filmación a la vez, en las que la figura central aparece ambientada, soberbiamente escoltada por contextos naturales, culturales y humanos de diversa procedencia, en cuyas geopolítica y rostros se concreta la tragedia nacional.

Todos ellos, personajes y espacios, aparecen silueteados por la luna campesina en las noches de la selva, dibujados con el aura de su ética alumbrando sus sospechas; o con el vehemente sol arrebatando sus sangres o el viento vegetal excitando la vida.

Qué bello libro el que ha producido Jorge Enrique Botero. Por que no sólo son las excelentes metáforas y las construcciones impecables de su estilo narrativo las que lo hacen atractivo, sino que en el curso de su escritura tiene la virtud de bosquejar los matices sociales y culturales de la guerra que el sectarismo hegemónico y derechista de las roscas no deja ver.

La figura humana de ese economista pequeño burgués que fue en su época de vallenato Ricardo Palmera, crece al compás de la historia en su contacto con los problemas sociales, con sus expectativas de democracia y hasta en su valentía para enfrentar las armas de la república, o asumir sin autocompasión alguna el encierro en un cuarto estrecho del cual sólo sale su imaginación creadora y sus utopías revolucionarias.

Por Jorge Enrique Botero, por su exquisita prosa, sabemos que Simón Trinidad es un hombre de profundas, de radicales convicciones democráticas y de sensibilidades nacionalistas motivadas en múltiples lecturas derivadas de los pensamientos bolivarianos, esos que hoy vuelven con gran ímpetu a estimular los cambios en nuestra América.

Distinto, muy distinto al ser abominable y sectario que los panfletos del retardatario régimen nos ofrece por los medios masivos de comunicación.

Alrededor de Trinidad, hay amores, desamores, ciudades, aldeas, bosques, caminos, selva, ríos, pero sobre todo gente, ideas y conceptos políticos que Botero se encarga de plasmar con rigurosa fidelidad.

Militante del Nuevo Liberalismo y de la Unión patriótica, Trinidad vio caer asesinados a miles de sus compañeros y debió refugiarse y exiliar su familia en México. Trasegar por los caminos de la clandestinidad, evadiendo la persecución de la extrema derecha empotrada en el gobierno que llegó a amenazar desde nuestro Nóbel García Márquez hasta al querido poeta Luís Vidales de ochenta y dos años, a quien sacaron de su tibio lecho una madrugada para interrogarlo sin pausas durante dos días en las caballerizas de Usaquén, supuestamente por ser una amenaza para la estabilidad democrática de la nación.

Posiblemente creían que sus versos rebeldes eran misiles subversivos o su prosa irónica basukas emplazadas contra el orden establecido.

Cuando se preparaba para realizar un contacto con James Lemoyne en la ciudad de Quito para impulsar el acuerdo humanitario, Trinidad fue aprehendido por la policía internacional, iba armado de su fe y escoltado por su compañera y por pequeña hija, y un tiempo después fue extraditado por el actual presidente del "corazón grande" a los Estados Unidos.

No hay, no puede haber una explicación distinta para la decisión de este hombre de enrolarse en las fuerzas insurgentes de las FARC, que el modelo de desarrollo injusto y excluyente sustentado en el fundamentalismo neoliberal que ha predominado en nuestro país en las últimas décadas.

La rebeldía de tantos Simón Trinidad como hay en Colombia, se sustenta principalmente en la reconfiguración forzada del modelo productivo colombiano, en el comportamiento político de las élites dominantes y en la forma como se crea, se distribuye y se acumula la riqueza y la pobreza en la sociedad colombiana.

Como bien se ha dicho, el conflicto interno se alimenta con causas ancladas en una sociedad profundamente excluyente y autoritaria y en un modelo de desarrollo que no ofrece opciones de vida dignas a amplios sectores de la población, sobre todo a aquellos vinculados al mundo rural y agrario y a los sectores más marginales de las ciudades.

Seguir considerando la realidad nacional en términos de simple amenaza terrorista es tal vez el mayor obstáculo al que se enfrenta la sociedad colombiana para salir de la larga encrucijada de la guerra.

De acuerdo con el excelente trabajo de Alberto Yepes sobre conflictos globales y poder mafioso en Colombia, la sociedad toda está siendo victimizada a causa de un clima persistente de violaciones masivas y sistemáticas de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario.

Y por una casi absoluta impunidad que se ha agravado en los últimos años con el ascenso de una mafia narcotraficante y paramilitar que, con el pretexto de combatir a las guerrillas, se consolidó como poder local y regional, ejerció el terror de manera sistemática sobre la población y practicó el despojo masivo de bienes y tierras a la población.

Una terrorífica mafia narco paramilitar -dice el mismo estudio- que ha cometido unas 3.500 masacres entre 1982 y 2005 –desde las convivir hasta la Seguridad democrática-, desaparecido a más de 15.000 colombianos(as) que sepultó en unas 4.000 fosas comunes, y ha asesinado a más de 1.700 indígenas, 2.571 sindicalistas y cerca de 5.000 dirigentes políticos de izquierda democrática.

Cuatro millones de desplazados y seis y medio millones de hectáreas de tierra, despojadas violentamente a los campesinos de Colombia, es el inventario que el modelo de los señores de la guerra le dejan al país.

Mientras el régimen mafioso les entrega el ramo de olvido de una ley de justicia y paz que beneficia y perdona a los victimarios y prolonga la angustia de las víctimas, encarcela, acosa y deslegitima a los actores democráticos que buscamos la salida incruenta a la prolongada confrontación.

En este magnifico libro, Jorge Enrique nos narra los pormenores de los juicios públicos en la Corte de Justicia en Washington, el inhumano presidio, los testimonios falsos de testigos prevaricadores y cargos inventados.

Pero también nos traduce el admirable ejemplo de un hombre de hierro, que tiene la moral en alto, la energía juvenil de un combatiente por la libertad y los ojos abiertos hacia el futuro de Colombia.

Yo, al igual que Martin Luther King tengo un sueño: el de que pronto superemos esta noche larga y tortuosa, con una alborada luminosa de paz. Que los hombres y mujeres que hoy están obligados a combatir desde los riscos insurgentes, empujados por un modelo de desigualdades y de injusticias, regresen pronto a la civilidad donde tendremos un Estado y un gobierno que les ofrece garantías y oportunidades democráticas.

El trabajo de Jorge Enrique Botero, "Simón Trinidad, el hombre de hierro", tiene derecho propio, por sus méritos estéticos y su fiel registro de los hechos a un lugar de preeminencia en la historiografía colombiana. Es un libro que tiene en sus entrañas la huella indiscutible del valor de un gran periodista que lucha por la emancipación y la verdad.

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