¡De la Independencia
a la Emancipación!
Declaración del bicentenario
l tiempo que entrega siete
Abases militares a la mayor potencia imperialista de la
historia, el Estado colombiano llama
a celebrar el bicentenario de la
independencia nacional. Éste hecho
absurdo y paradójico, es solo una
mu e s t r a d e l a s p r o f u n d a s
contradicciones que han venido
desgarrando a la nación colombiana
desde sus orígenes, contradicciones
que el proceso de Independencia no
solucionó e incluso profundizó, y que
son como grandes montañas que
aplastan al pueblo colombiano.
La independencia de España, lejos de solucionar, las contradicciones que azotaban al pueblo las
ahondó aún mas. Éstas contradicciones son:
·La opresión de las nacionalidades: pueblos originarios, parias en su propia tierra.
·El problema de la tierra: tierras sin campesinos y campesinos sin tierras.
·El problema de la democracia: derechos formales, dictadura real.
·Dominación imperialista: aparente independencia, dependencia de hecho.
La realidad es que nuestro pueblo, no ha saboreado ninguna “independencia”, ninguna “libertad”,
ninguna “igualdad”, sino al contrario, la prolongación de viejos tormentos heredados de tiempos
coloniales, sumados a los tormentos de la modernidad capitalista con su afán de lucro y devastación
sin límites.
Al valorar los alcances y limitaciones de cualquier proceso emancipatorio, se debe tener presente que
toda verdadera revolución se caracteriza por las relaciones de producción que destruye (relaciones
caducas o atrasadas) y las fuerzas productivas que libera (fuerzas nuevas y progresivas). Como dijera
Carlos Marx:
“Cuando se estudian las revoluciones, hay que distinguir siempre entre los cambios
materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y las formas jurídicas,
políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, es decir, las formas ideológicas en que los
hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo”1.
Es cierto que los procesos de independencia sacudieron el continente americano, movilizaron a
millones de personas en guerras durante década y media, guerras que terminaron con la derrota del
imperio español y la conquista de la independencia política. Sin embargo, la pregunta crucial es si
estas revoluciones transformaron las viejas relaciones de producción impuestas por España,
abriendo el camino a cambios más profundos en la estructura económica y social o, por el contrario,
se limitaron al hecho político de la independencia formal y el establecimiento de repúblicas liberales
con algunos cambios en la superestructura.
Veamos:
a independencia fue promovida y
Lusufructuada por los criollos que formaban parte de la aristocracia
terrateniente y esclavista. Una vez dueños del
poder, los criollos conservaron intactos sus
derechos feudales sobre la tierra y, por
consiguiente, sobre los indios. El ideario
Ignoró el derecho ancestral de los indios a la tierra
y profundizó su servidumbre
La revolución de independencia
La revolución de Independencia
no representó los intereses de los
indios, aunque sí los movilizó
y utilizó para la guerra.
1 Prólogo a la “Contribución a la crítica de la economía política”, Obras Escogidas de Marx y Engels (en 3 tomos),
Editorial Progreso, Moscú, 1974, tomo 1 página 518.
liberal pretendió meter al país a la fuerza en el principio de que los hombres tienen que ser libres e
iguales: para que los indios fueran libres se les quitó la tierra y para que fueran iguales se les trató
como campesinos sin más. Esta política los ha exterminado como pueblos independientes. De hecho,
la república continuó la expropiación violenta de tierras de resguardo, que pasaron a manos de
terratenientes y comerciantes, expulsando al indio de sus territorios y aniquilando sus formas de
gobierno, idioma y cultura. Como dice J. C. Mariátegui:
“A la República le tocaba elevar la condición del indio. Y contrariando este deber, la
República ha pauperizado al indio, ha agravado su depresión y ha exasperado su miseria.
La República ha significado para los indios la ascensión de una nueva clase dominante que
se ha apropiado sistemáticamente de sus tierras. En una raza de costumbre y de alma
agrarias, como la raza indígena, este despojo ha constituido una causa de disolución
material y moral”2.
Esto reforzó el sistema de las haciendas, de tipo feudal heredada de La Colonia, que fue el sistema
dominante en el campo hasta mediados del siglo XX (y que hoy subsiste mimetizado en el sistema de
hacienda ganadera extensiva). Este sistema de despojo, se agravó con el interés capitalista por los
territorios indígenas, en función de inversiones agroindustriales, mineras, energéticas o de
infraestructura. Muchos pueblos indígenas consideran, correctamente, que el proceso de la conquista
aún no ha terminado.
Capitalistas y latifundistas se han unido para reprimir la resistencia indígena con la ayuda del Estado
republicano. Todas sus protestas han sido ahogadas en sangre, sangre de los pueblos y sangre de sus
líderes. Un caso típico fue el desalojo del pueblo Embera Catío para dar paso a los megaproyectos
energéticos de Urrá I y II, en el alto Sinú. Ante la inundación de sus territorios, el pueblo se vio
obligado a desplazarse a las cabeceras municipales y el proceso de resistencia cobró la vida de
numerosos dirigentes, entre ellos Kimy Pernía Domicó, cuyo cadáver fue arrojado por las hordas de
Salvatore Mancuso al río Sinú (el mismo río por el que había luchado y al que ofrendó su vida). Pero
no es el único caso: es incontable la lista de mártires indígenas que se ha cobrado la República.
Desplazados de sus territorios, los indígenas pierden su identidad y su cultura, se convierten en
mendigos, en parias, en “memes”, a los cuales esquilman por igual blancos y mestizos, nacionales y
extranjeros. El país les niega su condición de nacionalidades oprimidas, quiere asimilarlos a la “gran
nación colombiana”, pero en cuanto los asimila, les niega el trato de iguales. Poco disimula su
situación la Constitución de 1991, en realidad encubridora del genocidio. El balance de 200 años de
vida republicana, es una verdadera tragedia para los indígenas: desaparición de pueblos enteros,
disgregación y asimilación de otros tantos a la cultura dominante, urbanización forzada,
desplazamiento cada vez más profundo hacia las altas cordilleras, selvas y zonas de frontera para
escapar al exterminio. Hoy, los indígenas constituyen solo el 3% de la población nacional, con 32
pueblos que tienen menos de 500 personas, incluyendo 18 pueblos que tienen menos de 200
miembros y 10 que quedan con menos de 100 individuos. Y el genocidio continúa…
2 El Problema del indio, José Carlos Mariátegui, en Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana, Biblioteca
Ayacucho, Venezuela, 1979, página 36.
in embargo la esclavitud no fue abolida
formalmente sino hasta 1851. Es
conocida la posición de Alejandro SPetión, el presidente negro de Haití (y antiguo
esclavo), quién prestó ayuda a Bolívar con
naves, armas y soldados, a condición de que
liberara a los esclavos una vez triunfara la
campaña libertadora (una idea que al
“libertador” no se le había ocurrido). Bolívar
incumplió su promesa y por el contrario, ni siquiera tuvo el coraje de firmar el reconocimiento
diplomático del pueblo negro. Cuando convocó a las naciones americanas a la reunión de Panamá, no
invitó a Haití… ¡pero invitó a Inglaterra!3
De hecho, formas de producción esclavistas como el concierto forzoso y la matrícula4, seguían
vigentes 57 años después de la extinción de la esclavitud, “dejando apenas modificada la forma de
organización del trabajo de esclavos en las haciendas estancias y otros sitios”5. Estas haciendas no
solo pertenecían a la tradicional clase terrateniente, sino que muchas fueron adquiridas por
capitalistas extranjeros, franceses y norteamericanos. Ante la resistencia de los trabajadores, la
República tomó muchas medidas represivas en defensa de los esclavistas; es el caso de la
recuperación de tierras en Lomagrande (Córdoba) y su conocido “Baluarte Rojo”, que fue
brutalmente reprimido por el Estado en 1921, dejando varios líderes muertos y otros deportados.
Dos siglos después, el pueblo negro, descendiente de esclavos y concertados, padece los mayores
índices de pobreza en el país, ubicándose en las zonas más atrasadas, o desplazados violentamente a
las grandes ciudades y hacinados en barrios miserables, como el Distrito de Agua Blanca en Cali, la
mayor concentración de población negra del país con medio millón de habitantes. El caso de las
comunidades negras del Bajo Atrato, desplazadas a sangre y fuego por el ejército y los paramilitares
para dar paso a los proyectos agroindustriales de palma africana, es una continuación de la política de
confiscación violenta de la tierra que empieza con la conquista. Al igual que con los indios, la nueva
Constitución no garantiza la defensa de los territorios ancestrales, sino que el poder de facto del
gamonalismo y el imperialismo se imponen para expropiarlos.
Bajo el capitalismo, el pueblo negro enfrenta los tormentos de la “esclavitud asalariada” sin haberse
librado apenas del racismo y la discriminación. Como los indios, padecen no solo a causa de los
vivos, sino también a causa de los muertos. Grupo étnico y clase social son, en nuestra América,
variables estrechamente relacionadas.
No abolió la esclavitud del pueblo negro
La revolución de independencia
La revolución de Independencia
prometió “igualdad” para todos
los hombres, y en especial para
los esclavos negros que lucharan
junto a los patriotas.
3 Ver el artículo de Eduardo Galeano, Los pecados de Haití en: http://www.cubadebate.cu/opinion/ 2010/01/15/ lospecados-
de-haiti/
4 Sistema de trabajo impuesto a los esclavos libertos entre los 18 y 25 años de edad, los cuales debían quedar en poder de sus
amos supuestamente para “educarlos e instruirlos” en algún arte u ocupación. En la práctica el sistema se tornaba
indefinido, no terminaba al llegar el “libre” a los 25 años y la esclavitud se perpetuaba.
5 Historia de la cuestión agraria en Colombia, Orlando Fals Borda, Carlos Valencia Editores, Tercera reimpresión, Bogotá,
1982, página 122.
s un lugar común citar la influencia que
tuvo la revolución francesa en el proceso Eemancipatorio latinoamericano. Si bien se enfatizan las similitudes, se omiten las diferencias.
La revolución francesa aplicó la política más radical que pudiera concebirse en su época para acabar
con el feudalismo. No solo abolió la monarquía y estableció el régimen republicano; más importante
aún, democratizó la propiedad entregando la tierra a millones de pequeños campesinos. En Estados
Unidos se hizo otro tanto, repartiendo tierras a los inmigrantes que quisieran trabajarlas, poblando de
paso el territorio y sentando una sólida base al desarrollo del capitalismo. En Latinoamérica se aplicó
la política contraria: los grandes próceres, muchos de ellos terratenientes, se aprovecharon del poder
para acaparar más tierras, tierras que no se cultivaban ni poblaban, consolidándose como una casta
feudal terrateniente, que oprimió al indio, esclavizó al negro y enfeudó al campesino.
La República defendió estos privilegios a sangre y fuego. Es bien conocido el caso de la “concesión
Aranzazu” al oriente del río Cauca, entre los ríos Arma y Chinchiná, que incluía los territorios de
cinco municipios incluyendo Manizales, que fue adjudicada por el rey español en 1801 a don José
María Aranzazu y reclamada posteriormente por sus herederos6. La República tomó partido por éstos
en contra de los colonizadores, iniciando lo que sería la base del modelo colonizador, consistente en
dejar que los colonos ampliaran la frontera agrícola tumbando monte e iniciando mejoras, para
posteriormente desalojarlos alegando títulos de propiedad. Con este “modelo” los latifundistas han
venido expandiendo sus propiedades a cargo de los colonos, configurando los latifundios de la región
central del país y durante el siglo XX en los llanos orientales, la Amazonía, El Catatumbo y Urabá.
El latifundio ha impedido que los campesinos trabajen la tierra para su propio beneficio, evitando que
se consoliden como clase y que pudieran producir un mayor volumen de alimentos y materias primas
para la industria. Si la tierra fuera “de quien la trabaja”, se hubieran echado las bases para un mayor
desarrollo de las fuerzas productivas nacionales, una mayor movilidad de los trabajadores y un
desarrollo creciente del mercado interior. Se hubieran fortalecido los lazos entre la ciudad y el campo,
entre el sector agropecuario, la industria y los servicios. Pero el sistema semifeudal no entiende de
productividad sino de rentas, no se basa en la aptitud sino en el abolengo. Esto ha impedido el
desarrollo de una economía nacional que se base en las necesidades de la población y no en los
apetitos de los terratenientes y el gran capital. Tal como funciona hasta ahora, el latifundio es una
traba al desarrollo del país, un agente de despoblación en el campo y un factor de violencia siempre
latente.
También en lo político, el latifundio encarna una postura regresiva. Sobre una economía
semifeudal no pueden prosperar ni funcionar instituciones democráticas y liberales. Así como la
servidumbre y la esclavitud se perpetuaron en el latifundio, la democracia burguesa no prosperó en
No erradicó la feudalidad: la profundizó
La revolución de independencia
Los grandes próceres, muchos de
ellos terratenientes, se aprovecharon
del poder para acaparar más tierras, ´
tierras que no se cultivaban ni
poblaban, consolidándose como
una casta feudal terrateniente,
que oprimió al indio, esclavizó al
negro y enfeudó al campesino.
6 Mario Arango Jaramillo, El proceso del capitalismo en Colombia, Editorial Aurora, tomo 4, página 117.
un ambiente dominado por terratenientes y caudillos militares. Surgió entonces un sistema
despótico, caracterizado por la hegemonía de la gran propiedad territorial en la política y el
mecanismo del Estado: el gamonalismo. Dicho sistema, ignora las libertades y derechos consagrados
por las constituciones, se otorga privilegios, cobra impuestos, establece sanciones y arma ejércitos.
Se arraiga en el siglo XIX y llega hasta nuestros días7. La erradicación de los terratenientes como
clase, hubiera significado remover una de las bases principales de la reacción social, el oscurantismo
y el clericalismo, con el desarrollo de instituciones menos represivas que las existentes y una menor
cuota de sangre para el pueblo.
La liquidación de la semifeudalidad es una tarea pendiente. En Colombia el 3% de los propietarios
posee el 75% de la tierra y 35 millones de hectáreas están dedicadas a la ganadería. Solo 4 millones de
hectáreas se cultivan, cuando el potencial agrícola del país es de 18 millones. El año pasado se
importaron 9,8 millones de toneladas de alimentos y productos del agro. La solución a este problema
sería el fraccionamiento de los latifundios y su entrega a los productores directos: campesinos,
comunidades negras e indígenas. Pero en Colombia y América Latina, la llamada “reforma agraria”
ha fracasado una y otra vez debido a que los terratenientes han bloqueado cualquier intento de
reformar la estructura de la tenencia de la tierra. Con razón los campesinos dominicanos llaman a la
reforma agraria en su país… “la reforma agria”.
La desigual tenencia de la tierra y su uso inadecuado, explica en buena medida los profundos abismos
en términos de pobreza, los grandes desequilibrios económicos y las consiguientes desigualdades
sociales, violencia política y alzamientos populares por todo el continente. Las guerrillas de
izquierda y sus contrapartes de derecha (armados o desarmados), se encuentran ancladas al problema
de la vieja fractura de posesión desigual de la tierra en el país y el continente. No hallarán solución al
margen de este problema.
a ironía más grande de la
Lindependencia consiste en comprobar cómo, al tiempo que se
expulsaba a los españoles por la puerta de
enfrente, se metían los ingleses por la
puerta de atrás. El poder estaba cambiando
de manos, pero no eran propiamente las
nuestras. La dominación fue reemplazada
por otra más sutil, pero no menos dolorosa.
La naciente república perdió rápidamente
su independencia en las garras del
neocolonialismo. Inglaterra era el primer
interesado en la independencia americana, pues de esa manera rompía el monopolio comercial que
España mantenía con sus colonias, asegurando un mayor mercado para sus productos y nuevas
fuentes de materias primas. El imperio británico manejó muy hábilmente sus intereses
7 El propio Uribe Vélez es su representante más típico: terrateniente él y su familia, paramilitar encarnado, expropiador de
tierras y defensor de expropiadores, enemigo de las libertades liberales, déspota feudal revestido de santo, clerical y
mojigato.
La dominación fue Pero nos encadenó al imperialismo
reemplazada por otra
más sutil, pero no
menos dolorosa.
La independencia nos liberó de España...
contrarrestando la influencia francesa y norteamericana. Prestó a los patriotas armas, dinero y
soldados, pero por razones muy distintas a las del presidente haitiano. En palabras del premier inglés
de la época:
“De las cuatro potencias que pueden disputarse esta vasta presa, los Estados Unidos y
Francia tienen interés en promover una insurrección contra la madre patria; la primera
para disfrutar del comercio sin trabas; la segunda, para adquirir en el desorden las
colonias, que no se hallan dispuestas a dejarse transferir con la corona de España […]. Los
agentes de ambas llevan ya años recorriendo el país bajo varios disfraces […]. Pero los
Estados Unidos inspiran odio y temor a sus vecinos. Francia es enemiga desde la
usurpación de España, y se halla además excluida del comercio americano. Inglaterra tiene
la ventaja de la popularidad que le ha ganado en América su generoso auxilio a España; y de
los grandes provechos comerciales que, ya observados al aumentar el comercio de
contrabando, serían incalculables de llegarse a la plena libertad comercial. No cabe duda
de que mediante un uso hábil del vínculo de fidelidad a Fernando VII, Inglaterra puede
impedir la separación total y súbita [de las colonias] de la vieja España, puede obligar a ésta
a modificar su sistema colonial y puede salvar a las colonias de la influencia de Francia”8.
Los patriotas fueron el instrumento ciego (en unos casos) o consciente (en otros), de los intereses
británicos. No sorprende que una vez conquistada la independencia, Inglaterra reclamara los frutos
de su política, convirtiéndose en la aliada “natural” de las nacientes repúblicas y ejerciendo un tipo de
dominación que seguiría otros caminos: el de los bancos y los empréstitos, las manufacturas y los
ferrocarriles, los enclaves para el saqueo de los recursos y el comercio desigual.
La independencia política no tenía bases económicas. La República no solucionó las contradicciones
revolucionarias del régimen colonial. Suena muy actual la siguiente descripción de la estructura
económica del siglo XVIII:
“La persistencia de una estructura económica que se distinguía por la exportación de un
solo tipo de productos, los metales preciosos, y la importación de una compleja gama de
mercancías de la Metrópoli, creó en el gremio de los comerciantes granadinos una
mentalidad típicamente colonial, que les tornó alérgicos a todo esfuerzo encaminado a
ampliar los renglones tradicionales de exportación del Reyno […]. Importar era lo único
que les interesaba […], un tipo de comercio colonial que implicaba el canje regular de
manufacturas por metales preciosos y frutos tropicales”9.
Las potencias aprovecharon esta debilidad y continuaron este desarrollo desarticulado y vuelto hacia
afuera10. Al producir lo que no se consume (exportación) y consumir lo que no se produce
(importación), se fortaleció la dependencia económica y se hizo inevitable la subyugación política. A
diferencia del capitalismo europeo, basado en procesos propios de acumulación, este “capitalismo
burocrático” surgió al influjo de los capitalistas extranjeros y se desarrolló en estrecha concordancia
con ellos. Floreció entonces un capitalismo monopolista de Estado, comprador y feudal,
estrechamente vinculado al imperialismo y a la clase terrateniente, que ha oprimido no solo a los
obreros y campesinos, sino también a la pequeña y mediana burguesía. También ha madurado las
condiciones para una transformación profunda y radical en nuestros países.
En lo político las nacientes “democracias” significaron la alianza entre el gamonalismo, la gran
burguesía y el imperialismo, primero inglés y luego norteamericano, para la salvaguarda de sus
intereses mediante el ejercicio sistemático de la violencia. No es casualidad que una misma
trasnacional imperialista, la United Fruit Company (hoy llamada Chiquita Brands), hubiera sido el
artífice de dos masacres históricas en tiempos muy distintos: la de las bananeras del Magdalena en
1928 y la del Urabá antioqueño durante la última década. Tampoco es casualidad que el ejecutor
8 Bolívar, Salvador de Madariaga, Edit. Suramericana, Tercera Edición, Buenos Aires – 1959, tomo 1 pág. 301.
9 Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia, Indalecio Liévano Aguirre, Tercer Mundo
Editores, Decima edición, febrero de 1984, Bogotá Colombia, Tomo II, página 512.
directo de los crímenes hubiera sido la República y su columna vertebral, el ejército, ayer bajo el
presidente Abadía Méndez y el general Cortés, hoy en cabeza de Uribe Vélez y el general Rito Alejo
del Río, quienes cometieron los crímenes más abyectos sirviendo a los intereses extranjeros.
La clase obrera, nacida al influjo de estas relaciones, no ha tolerado impávida su situación. Tiene de
hecho, una larga tradición de lucha contra el capitalismo-imperialismo. Ha sido precisamente en
aquellos sectores de la producción claves para el capital, donde la clase obrera ha dado las mayores
demostraciones de combatividad y heroísmo: en las ya citadas huelgas de los trabajadores bananeros,
en las luchas de los braseros y estibadores del río Magdalena, en las combativas jornadas de los
trabajadores petroleros (que incluso ensayaron la construcción de una “Comuna” en
Barrancabermeja en 1948), en el paro de 10.000 corteros de Caña en el Valle durante el 2008, que le
mostró al país las horrorosas condiciones de explotación en los ingenios, condiciones que apenas se
diferencian de la franca esclavitud. En uno u otro caso, la clase obrera ha demostrado porqué está
llamada a dirigir el proceso de reconstrucción de la nación sobre nuevas bases.
Hoy, la República se ha convertido más que nunca en una “coffe republic”, un Estado títere al servicio
de los amos del norte, una despensa de carbón y petróleo, café y azúcar, flores y banano, al servicio de
la globalización imperialista. Una reserva de mano de obra barata para el capital trasnacional, un
aliado militar “confiable” y “democrático” en la mejor esquina de América.
Para nosotros no hay nada que festejar. El primer acto de traición empieza el mismo 20 de julio de 1810 pues la
“Junta Revolucionaria” le entrega la presidencia al virrey
español, cuando debió haberlo llevado al cadalso. La entrega de
las bases militares es, con la firma de los tratados de libre
comercio, el último acto de una política de subyugación nacional
que han aplicado rigurosamente las clases dominantes en los
últimos dos siglos.
¿Suena lógico celebrar la dominación? No, la encabeza
precisamente una de las Repúblicas más criminales del
continente. Dos siglos de omnipotencia de los terratenientes, desde los hijos de los encomenderos
coloniales hasta los paramilitares modernos. Dos siglos de opresión y exclusión de los negros, los
indios, los campesinos y los obreros, que hoy configuran el conglomerado de miseria más pavoroso
en campos y ciudades. Dos siglos de atraso y dominación al servicio de los opresores globales.
10 Incluso por la fuerza de las armas. En Las venas abiertas de América Latina, Eduardo Galeano dedica un capítulo entero a
demostrar como Inglaterra impidió el desarrollo independiente del Paraguay, financiando una guerra de agresión que
realizaron en su provecho, Brasil, Argentina y Uruguay (la llamada “Guerra de la triple alianza”, en 1865). Ver obra citada,
Edición del Círculo de Lectores, Bogotá, página 276.
de “independencia”
Tiene sentido hablar
?
?
¡No hay nada que festejar! ¡La emancipación está por hacerse!
Corriente Progresista de Intelectuales (Eje Cafetero) - ¡De pié, Mujer! - Movice - Sinaltrainal Dqdas -
Grupo Estudiantil Vamos Juntos - Brigadas Antiimperialistas.
Julio 6 de 2010.
a la Emancipación!
Declaración del bicentenario
l tiempo que entrega siete
Abases militares a la mayor potencia imperialista de la
historia, el Estado colombiano llama
a celebrar el bicentenario de la
independencia nacional. Éste hecho
absurdo y paradójico, es solo una
mu e s t r a d e l a s p r o f u n d a s
contradicciones que han venido
desgarrando a la nación colombiana
desde sus orígenes, contradicciones
que el proceso de Independencia no
solucionó e incluso profundizó, y que
son como grandes montañas que
aplastan al pueblo colombiano.
La independencia de España, lejos de solucionar, las contradicciones que azotaban al pueblo las
ahondó aún mas. Éstas contradicciones son:
·La opresión de las nacionalidades: pueblos originarios, parias en su propia tierra.
·El problema de la tierra: tierras sin campesinos y campesinos sin tierras.
·El problema de la democracia: derechos formales, dictadura real.
·Dominación imperialista: aparente independencia, dependencia de hecho.
La realidad es que nuestro pueblo, no ha saboreado ninguna “independencia”, ninguna “libertad”,
ninguna “igualdad”, sino al contrario, la prolongación de viejos tormentos heredados de tiempos
coloniales, sumados a los tormentos de la modernidad capitalista con su afán de lucro y devastación
sin límites.
Al valorar los alcances y limitaciones de cualquier proceso emancipatorio, se debe tener presente que
toda verdadera revolución se caracteriza por las relaciones de producción que destruye (relaciones
caducas o atrasadas) y las fuerzas productivas que libera (fuerzas nuevas y progresivas). Como dijera
Carlos Marx:
“Cuando se estudian las revoluciones, hay que distinguir siempre entre los cambios
materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y las formas jurídicas,
políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, es decir, las formas ideológicas en que los
hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo”1.
Es cierto que los procesos de independencia sacudieron el continente americano, movilizaron a
millones de personas en guerras durante década y media, guerras que terminaron con la derrota del
imperio español y la conquista de la independencia política. Sin embargo, la pregunta crucial es si
estas revoluciones transformaron las viejas relaciones de producción impuestas por España,
abriendo el camino a cambios más profundos en la estructura económica y social o, por el contrario,
se limitaron al hecho político de la independencia formal y el establecimiento de repúblicas liberales
con algunos cambios en la superestructura.
Veamos:
a independencia fue promovida y
Lusufructuada por los criollos que formaban parte de la aristocracia
terrateniente y esclavista. Una vez dueños del
poder, los criollos conservaron intactos sus
derechos feudales sobre la tierra y, por
consiguiente, sobre los indios. El ideario
Ignoró el derecho ancestral de los indios a la tierra
y profundizó su servidumbre
La revolución de independencia
La revolución de Independencia
no representó los intereses de los
indios, aunque sí los movilizó
y utilizó para la guerra.
1 Prólogo a la “Contribución a la crítica de la economía política”, Obras Escogidas de Marx y Engels (en 3 tomos),
Editorial Progreso, Moscú, 1974, tomo 1 página 518.
liberal pretendió meter al país a la fuerza en el principio de que los hombres tienen que ser libres e
iguales: para que los indios fueran libres se les quitó la tierra y para que fueran iguales se les trató
como campesinos sin más. Esta política los ha exterminado como pueblos independientes. De hecho,
la república continuó la expropiación violenta de tierras de resguardo, que pasaron a manos de
terratenientes y comerciantes, expulsando al indio de sus territorios y aniquilando sus formas de
gobierno, idioma y cultura. Como dice J. C. Mariátegui:
“A la República le tocaba elevar la condición del indio. Y contrariando este deber, la
República ha pauperizado al indio, ha agravado su depresión y ha exasperado su miseria.
La República ha significado para los indios la ascensión de una nueva clase dominante que
se ha apropiado sistemáticamente de sus tierras. En una raza de costumbre y de alma
agrarias, como la raza indígena, este despojo ha constituido una causa de disolución
material y moral”2.
Esto reforzó el sistema de las haciendas, de tipo feudal heredada de La Colonia, que fue el sistema
dominante en el campo hasta mediados del siglo XX (y que hoy subsiste mimetizado en el sistema de
hacienda ganadera extensiva). Este sistema de despojo, se agravó con el interés capitalista por los
territorios indígenas, en función de inversiones agroindustriales, mineras, energéticas o de
infraestructura. Muchos pueblos indígenas consideran, correctamente, que el proceso de la conquista
aún no ha terminado.
Capitalistas y latifundistas se han unido para reprimir la resistencia indígena con la ayuda del Estado
republicano. Todas sus protestas han sido ahogadas en sangre, sangre de los pueblos y sangre de sus
líderes. Un caso típico fue el desalojo del pueblo Embera Catío para dar paso a los megaproyectos
energéticos de Urrá I y II, en el alto Sinú. Ante la inundación de sus territorios, el pueblo se vio
obligado a desplazarse a las cabeceras municipales y el proceso de resistencia cobró la vida de
numerosos dirigentes, entre ellos Kimy Pernía Domicó, cuyo cadáver fue arrojado por las hordas de
Salvatore Mancuso al río Sinú (el mismo río por el que había luchado y al que ofrendó su vida). Pero
no es el único caso: es incontable la lista de mártires indígenas que se ha cobrado la República.
Desplazados de sus territorios, los indígenas pierden su identidad y su cultura, se convierten en
mendigos, en parias, en “memes”, a los cuales esquilman por igual blancos y mestizos, nacionales y
extranjeros. El país les niega su condición de nacionalidades oprimidas, quiere asimilarlos a la “gran
nación colombiana”, pero en cuanto los asimila, les niega el trato de iguales. Poco disimula su
situación la Constitución de 1991, en realidad encubridora del genocidio. El balance de 200 años de
vida republicana, es una verdadera tragedia para los indígenas: desaparición de pueblos enteros,
disgregación y asimilación de otros tantos a la cultura dominante, urbanización forzada,
desplazamiento cada vez más profundo hacia las altas cordilleras, selvas y zonas de frontera para
escapar al exterminio. Hoy, los indígenas constituyen solo el 3% de la población nacional, con 32
pueblos que tienen menos de 500 personas, incluyendo 18 pueblos que tienen menos de 200
miembros y 10 que quedan con menos de 100 individuos. Y el genocidio continúa…
2 El Problema del indio, José Carlos Mariátegui, en Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana, Biblioteca
Ayacucho, Venezuela, 1979, página 36.
in embargo la esclavitud no fue abolida
formalmente sino hasta 1851. Es
conocida la posición de Alejandro SPetión, el presidente negro de Haití (y antiguo
esclavo), quién prestó ayuda a Bolívar con
naves, armas y soldados, a condición de que
liberara a los esclavos una vez triunfara la
campaña libertadora (una idea que al
“libertador” no se le había ocurrido). Bolívar
incumplió su promesa y por el contrario, ni siquiera tuvo el coraje de firmar el reconocimiento
diplomático del pueblo negro. Cuando convocó a las naciones americanas a la reunión de Panamá, no
invitó a Haití… ¡pero invitó a Inglaterra!3
De hecho, formas de producción esclavistas como el concierto forzoso y la matrícula4, seguían
vigentes 57 años después de la extinción de la esclavitud, “dejando apenas modificada la forma de
organización del trabajo de esclavos en las haciendas estancias y otros sitios”5. Estas haciendas no
solo pertenecían a la tradicional clase terrateniente, sino que muchas fueron adquiridas por
capitalistas extranjeros, franceses y norteamericanos. Ante la resistencia de los trabajadores, la
República tomó muchas medidas represivas en defensa de los esclavistas; es el caso de la
recuperación de tierras en Lomagrande (Córdoba) y su conocido “Baluarte Rojo”, que fue
brutalmente reprimido por el Estado en 1921, dejando varios líderes muertos y otros deportados.
Dos siglos después, el pueblo negro, descendiente de esclavos y concertados, padece los mayores
índices de pobreza en el país, ubicándose en las zonas más atrasadas, o desplazados violentamente a
las grandes ciudades y hacinados en barrios miserables, como el Distrito de Agua Blanca en Cali, la
mayor concentración de población negra del país con medio millón de habitantes. El caso de las
comunidades negras del Bajo Atrato, desplazadas a sangre y fuego por el ejército y los paramilitares
para dar paso a los proyectos agroindustriales de palma africana, es una continuación de la política de
confiscación violenta de la tierra que empieza con la conquista. Al igual que con los indios, la nueva
Constitución no garantiza la defensa de los territorios ancestrales, sino que el poder de facto del
gamonalismo y el imperialismo se imponen para expropiarlos.
Bajo el capitalismo, el pueblo negro enfrenta los tormentos de la “esclavitud asalariada” sin haberse
librado apenas del racismo y la discriminación. Como los indios, padecen no solo a causa de los
vivos, sino también a causa de los muertos. Grupo étnico y clase social son, en nuestra América,
variables estrechamente relacionadas.
No abolió la esclavitud del pueblo negro
La revolución de independencia
La revolución de Independencia
prometió “igualdad” para todos
los hombres, y en especial para
los esclavos negros que lucharan
junto a los patriotas.
3 Ver el artículo de Eduardo Galeano, Los pecados de Haití en: http://www.cubadebate.cu/opinion/ 2010/01/15/ lospecados-
de-haiti/
4 Sistema de trabajo impuesto a los esclavos libertos entre los 18 y 25 años de edad, los cuales debían quedar en poder de sus
amos supuestamente para “educarlos e instruirlos” en algún arte u ocupación. En la práctica el sistema se tornaba
indefinido, no terminaba al llegar el “libre” a los 25 años y la esclavitud se perpetuaba.
5 Historia de la cuestión agraria en Colombia, Orlando Fals Borda, Carlos Valencia Editores, Tercera reimpresión, Bogotá,
1982, página 122.
s un lugar común citar la influencia que
tuvo la revolución francesa en el proceso Eemancipatorio latinoamericano. Si bien se enfatizan las similitudes, se omiten las diferencias.
La revolución francesa aplicó la política más radical que pudiera concebirse en su época para acabar
con el feudalismo. No solo abolió la monarquía y estableció el régimen republicano; más importante
aún, democratizó la propiedad entregando la tierra a millones de pequeños campesinos. En Estados
Unidos se hizo otro tanto, repartiendo tierras a los inmigrantes que quisieran trabajarlas, poblando de
paso el territorio y sentando una sólida base al desarrollo del capitalismo. En Latinoamérica se aplicó
la política contraria: los grandes próceres, muchos de ellos terratenientes, se aprovecharon del poder
para acaparar más tierras, tierras que no se cultivaban ni poblaban, consolidándose como una casta
feudal terrateniente, que oprimió al indio, esclavizó al negro y enfeudó al campesino.
La República defendió estos privilegios a sangre y fuego. Es bien conocido el caso de la “concesión
Aranzazu” al oriente del río Cauca, entre los ríos Arma y Chinchiná, que incluía los territorios de
cinco municipios incluyendo Manizales, que fue adjudicada por el rey español en 1801 a don José
María Aranzazu y reclamada posteriormente por sus herederos6. La República tomó partido por éstos
en contra de los colonizadores, iniciando lo que sería la base del modelo colonizador, consistente en
dejar que los colonos ampliaran la frontera agrícola tumbando monte e iniciando mejoras, para
posteriormente desalojarlos alegando títulos de propiedad. Con este “modelo” los latifundistas han
venido expandiendo sus propiedades a cargo de los colonos, configurando los latifundios de la región
central del país y durante el siglo XX en los llanos orientales, la Amazonía, El Catatumbo y Urabá.
El latifundio ha impedido que los campesinos trabajen la tierra para su propio beneficio, evitando que
se consoliden como clase y que pudieran producir un mayor volumen de alimentos y materias primas
para la industria. Si la tierra fuera “de quien la trabaja”, se hubieran echado las bases para un mayor
desarrollo de las fuerzas productivas nacionales, una mayor movilidad de los trabajadores y un
desarrollo creciente del mercado interior. Se hubieran fortalecido los lazos entre la ciudad y el campo,
entre el sector agropecuario, la industria y los servicios. Pero el sistema semifeudal no entiende de
productividad sino de rentas, no se basa en la aptitud sino en el abolengo. Esto ha impedido el
desarrollo de una economía nacional que se base en las necesidades de la población y no en los
apetitos de los terratenientes y el gran capital. Tal como funciona hasta ahora, el latifundio es una
traba al desarrollo del país, un agente de despoblación en el campo y un factor de violencia siempre
latente.
También en lo político, el latifundio encarna una postura regresiva. Sobre una economía
semifeudal no pueden prosperar ni funcionar instituciones democráticas y liberales. Así como la
servidumbre y la esclavitud se perpetuaron en el latifundio, la democracia burguesa no prosperó en
No erradicó la feudalidad: la profundizó
La revolución de independencia
Los grandes próceres, muchos de
ellos terratenientes, se aprovecharon
del poder para acaparar más tierras, ´
tierras que no se cultivaban ni
poblaban, consolidándose como
una casta feudal terrateniente,
que oprimió al indio, esclavizó al
negro y enfeudó al campesino.
6 Mario Arango Jaramillo, El proceso del capitalismo en Colombia, Editorial Aurora, tomo 4, página 117.
un ambiente dominado por terratenientes y caudillos militares. Surgió entonces un sistema
despótico, caracterizado por la hegemonía de la gran propiedad territorial en la política y el
mecanismo del Estado: el gamonalismo. Dicho sistema, ignora las libertades y derechos consagrados
por las constituciones, se otorga privilegios, cobra impuestos, establece sanciones y arma ejércitos.
Se arraiga en el siglo XIX y llega hasta nuestros días7. La erradicación de los terratenientes como
clase, hubiera significado remover una de las bases principales de la reacción social, el oscurantismo
y el clericalismo, con el desarrollo de instituciones menos represivas que las existentes y una menor
cuota de sangre para el pueblo.
La liquidación de la semifeudalidad es una tarea pendiente. En Colombia el 3% de los propietarios
posee el 75% de la tierra y 35 millones de hectáreas están dedicadas a la ganadería. Solo 4 millones de
hectáreas se cultivan, cuando el potencial agrícola del país es de 18 millones. El año pasado se
importaron 9,8 millones de toneladas de alimentos y productos del agro. La solución a este problema
sería el fraccionamiento de los latifundios y su entrega a los productores directos: campesinos,
comunidades negras e indígenas. Pero en Colombia y América Latina, la llamada “reforma agraria”
ha fracasado una y otra vez debido a que los terratenientes han bloqueado cualquier intento de
reformar la estructura de la tenencia de la tierra. Con razón los campesinos dominicanos llaman a la
reforma agraria en su país… “la reforma agria”.
La desigual tenencia de la tierra y su uso inadecuado, explica en buena medida los profundos abismos
en términos de pobreza, los grandes desequilibrios económicos y las consiguientes desigualdades
sociales, violencia política y alzamientos populares por todo el continente. Las guerrillas de
izquierda y sus contrapartes de derecha (armados o desarmados), se encuentran ancladas al problema
de la vieja fractura de posesión desigual de la tierra en el país y el continente. No hallarán solución al
margen de este problema.
a ironía más grande de la
Lindependencia consiste en comprobar cómo, al tiempo que se
expulsaba a los españoles por la puerta de
enfrente, se metían los ingleses por la
puerta de atrás. El poder estaba cambiando
de manos, pero no eran propiamente las
nuestras. La dominación fue reemplazada
por otra más sutil, pero no menos dolorosa.
La naciente república perdió rápidamente
su independencia en las garras del
neocolonialismo. Inglaterra era el primer
interesado en la independencia americana, pues de esa manera rompía el monopolio comercial que
España mantenía con sus colonias, asegurando un mayor mercado para sus productos y nuevas
fuentes de materias primas. El imperio británico manejó muy hábilmente sus intereses
7 El propio Uribe Vélez es su representante más típico: terrateniente él y su familia, paramilitar encarnado, expropiador de
tierras y defensor de expropiadores, enemigo de las libertades liberales, déspota feudal revestido de santo, clerical y
mojigato.
La dominación fue Pero nos encadenó al imperialismo
reemplazada por otra
más sutil, pero no
menos dolorosa.
La independencia nos liberó de España...
contrarrestando la influencia francesa y norteamericana. Prestó a los patriotas armas, dinero y
soldados, pero por razones muy distintas a las del presidente haitiano. En palabras del premier inglés
de la época:
“De las cuatro potencias que pueden disputarse esta vasta presa, los Estados Unidos y
Francia tienen interés en promover una insurrección contra la madre patria; la primera
para disfrutar del comercio sin trabas; la segunda, para adquirir en el desorden las
colonias, que no se hallan dispuestas a dejarse transferir con la corona de España […]. Los
agentes de ambas llevan ya años recorriendo el país bajo varios disfraces […]. Pero los
Estados Unidos inspiran odio y temor a sus vecinos. Francia es enemiga desde la
usurpación de España, y se halla además excluida del comercio americano. Inglaterra tiene
la ventaja de la popularidad que le ha ganado en América su generoso auxilio a España; y de
los grandes provechos comerciales que, ya observados al aumentar el comercio de
contrabando, serían incalculables de llegarse a la plena libertad comercial. No cabe duda
de que mediante un uso hábil del vínculo de fidelidad a Fernando VII, Inglaterra puede
impedir la separación total y súbita [de las colonias] de la vieja España, puede obligar a ésta
a modificar su sistema colonial y puede salvar a las colonias de la influencia de Francia”8.
Los patriotas fueron el instrumento ciego (en unos casos) o consciente (en otros), de los intereses
británicos. No sorprende que una vez conquistada la independencia, Inglaterra reclamara los frutos
de su política, convirtiéndose en la aliada “natural” de las nacientes repúblicas y ejerciendo un tipo de
dominación que seguiría otros caminos: el de los bancos y los empréstitos, las manufacturas y los
ferrocarriles, los enclaves para el saqueo de los recursos y el comercio desigual.
La independencia política no tenía bases económicas. La República no solucionó las contradicciones
revolucionarias del régimen colonial. Suena muy actual la siguiente descripción de la estructura
económica del siglo XVIII:
“La persistencia de una estructura económica que se distinguía por la exportación de un
solo tipo de productos, los metales preciosos, y la importación de una compleja gama de
mercancías de la Metrópoli, creó en el gremio de los comerciantes granadinos una
mentalidad típicamente colonial, que les tornó alérgicos a todo esfuerzo encaminado a
ampliar los renglones tradicionales de exportación del Reyno […]. Importar era lo único
que les interesaba […], un tipo de comercio colonial que implicaba el canje regular de
manufacturas por metales preciosos y frutos tropicales”9.
Las potencias aprovecharon esta debilidad y continuaron este desarrollo desarticulado y vuelto hacia
afuera10. Al producir lo que no se consume (exportación) y consumir lo que no se produce
(importación), se fortaleció la dependencia económica y se hizo inevitable la subyugación política. A
diferencia del capitalismo europeo, basado en procesos propios de acumulación, este “capitalismo
burocrático” surgió al influjo de los capitalistas extranjeros y se desarrolló en estrecha concordancia
con ellos. Floreció entonces un capitalismo monopolista de Estado, comprador y feudal,
estrechamente vinculado al imperialismo y a la clase terrateniente, que ha oprimido no solo a los
obreros y campesinos, sino también a la pequeña y mediana burguesía. También ha madurado las
condiciones para una transformación profunda y radical en nuestros países.
En lo político las nacientes “democracias” significaron la alianza entre el gamonalismo, la gran
burguesía y el imperialismo, primero inglés y luego norteamericano, para la salvaguarda de sus
intereses mediante el ejercicio sistemático de la violencia. No es casualidad que una misma
trasnacional imperialista, la United Fruit Company (hoy llamada Chiquita Brands), hubiera sido el
artífice de dos masacres históricas en tiempos muy distintos: la de las bananeras del Magdalena en
1928 y la del Urabá antioqueño durante la última década. Tampoco es casualidad que el ejecutor
8 Bolívar, Salvador de Madariaga, Edit. Suramericana, Tercera Edición, Buenos Aires – 1959, tomo 1 pág. 301.
9 Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia, Indalecio Liévano Aguirre, Tercer Mundo
Editores, Decima edición, febrero de 1984, Bogotá Colombia, Tomo II, página 512.
directo de los crímenes hubiera sido la República y su columna vertebral, el ejército, ayer bajo el
presidente Abadía Méndez y el general Cortés, hoy en cabeza de Uribe Vélez y el general Rito Alejo
del Río, quienes cometieron los crímenes más abyectos sirviendo a los intereses extranjeros.
La clase obrera, nacida al influjo de estas relaciones, no ha tolerado impávida su situación. Tiene de
hecho, una larga tradición de lucha contra el capitalismo-imperialismo. Ha sido precisamente en
aquellos sectores de la producción claves para el capital, donde la clase obrera ha dado las mayores
demostraciones de combatividad y heroísmo: en las ya citadas huelgas de los trabajadores bananeros,
en las luchas de los braseros y estibadores del río Magdalena, en las combativas jornadas de los
trabajadores petroleros (que incluso ensayaron la construcción de una “Comuna” en
Barrancabermeja en 1948), en el paro de 10.000 corteros de Caña en el Valle durante el 2008, que le
mostró al país las horrorosas condiciones de explotación en los ingenios, condiciones que apenas se
diferencian de la franca esclavitud. En uno u otro caso, la clase obrera ha demostrado porqué está
llamada a dirigir el proceso de reconstrucción de la nación sobre nuevas bases.
Hoy, la República se ha convertido más que nunca en una “coffe republic”, un Estado títere al servicio
de los amos del norte, una despensa de carbón y petróleo, café y azúcar, flores y banano, al servicio de
la globalización imperialista. Una reserva de mano de obra barata para el capital trasnacional, un
aliado militar “confiable” y “democrático” en la mejor esquina de América.
Para nosotros no hay nada que festejar. El primer acto de traición empieza el mismo 20 de julio de 1810 pues la
“Junta Revolucionaria” le entrega la presidencia al virrey
español, cuando debió haberlo llevado al cadalso. La entrega de
las bases militares es, con la firma de los tratados de libre
comercio, el último acto de una política de subyugación nacional
que han aplicado rigurosamente las clases dominantes en los
últimos dos siglos.
¿Suena lógico celebrar la dominación? No, la encabeza
precisamente una de las Repúblicas más criminales del
continente. Dos siglos de omnipotencia de los terratenientes, desde los hijos de los encomenderos
coloniales hasta los paramilitares modernos. Dos siglos de opresión y exclusión de los negros, los
indios, los campesinos y los obreros, que hoy configuran el conglomerado de miseria más pavoroso
en campos y ciudades. Dos siglos de atraso y dominación al servicio de los opresores globales.
10 Incluso por la fuerza de las armas. En Las venas abiertas de América Latina, Eduardo Galeano dedica un capítulo entero a
demostrar como Inglaterra impidió el desarrollo independiente del Paraguay, financiando una guerra de agresión que
realizaron en su provecho, Brasil, Argentina y Uruguay (la llamada “Guerra de la triple alianza”, en 1865). Ver obra citada,
Edición del Círculo de Lectores, Bogotá, página 276.
de “independencia”
Tiene sentido hablar
?
?
¡No hay nada que festejar! ¡La emancipación está por hacerse!
Corriente Progresista de Intelectuales (Eje Cafetero) - ¡De pié, Mujer! - Movice - Sinaltrainal Dqdas -
Grupo Estudiantil Vamos Juntos - Brigadas Antiimperialistas.
Julio 6 de 2010.
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