“JUSTICIA ESPECTÁCULO” E
“IMPOSTURAS INTELECTUALES”
Miguel Ángel Beltrán V.
Profesor Asociado, Universidad Nacional
Perseguido Político
En sus conferencias sobre “El campo periodístico y la televisión”, impartidas en el marco de un ciclo de charlas dadas en el Collège de France y retransmitidas por Paris Première en mayo de 1996 el sociólogo Pierre Bourdieu, refiriéndose a la acción simbólica de la televisión afirmaba que ésta consiste en “llamar la atención sobre unos hechos que por su naturaleza pueden interesar a todo el mundo, de los que cabe decir son para todos los gustos. Se trata de hechos que evidentemente, no deben escandalizar a nadie, en los que no se ventila nada, que no dividen, que crean consenso, que interesan a todo el mundo, pero que por su propia naturaleza no tocan nada importante” (Bourdieu, 1997)
Aunque el pensador francés aludía específicamente al mundo noticioso de la television, creo reconocer esta habilidad de “presdigitadores” en los escritos periodísticos de algunos “prestantes columnistas de opinión”. Es el caso del ingeniero Alejandro Gaviria, quien en su última columna (Justicia Espectáculo, El Espectador, marzo 4, 2012) expresa su malestar con los reporteros judiciales que “Ahora [Como si antes no lo hicieran] disertan frente a las cámaras acerca de los procesos en curso con la misma grandilocuencia vana que hiciera famosos a varios comentaristas deportivos: especulan, hacen apuestas y entrevistan a los protagonistas del espectáculo” (subrayado MA). La crítica aunque justa pareciera estar motivada por el narcisismo de un columnista que ve desplazadas sus opiniones a un segundo plano.
Sin duda no deja de sorprender –en un académico proclive al esnobismo intelectual- el tono novedoso que pretende imprimirle a su análisis. Hace ya casi medio siglo que el filósofo francés Guy Debord, puso en circulación el concepto de la sociedad del espectáculo como una manera de caracterizar el capitalismo tardío: “Toda la vida de las sociedades donde rigen las condiciones modernas de producción –escribía este teórico de la internacional situacionista- se manifiesta como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo que antes se vivía directamente, ahora se aleja en una representación” (Debord, 1998). Desde entonces son muchos los autores que han seguido esta línea de reflexión, cabe citar aquí a Jean Baudrillard (Cultura y Simulacro, 1978), Murray Edelman (la Construcción del Espectáculo Político, 1991) y Georges Balandier (El Poder en Escena. De la Representación del Poder, al poder de la Representación, 1999). Sin embargo, el propósito de estas líneas no es precisamente polemizar sobre la novedad o no de este concepto y mucho menos debatir el papel de los medios de comunicación en la creación de realidades sociales. Sobre este último punto existe una extensa lista de autores contemporáneos, entre otros, Gianni Vattimo (“la sociedad transparente”); Manuel Castells (“la sociedad red) y Niklas Luhmann (Sociedad Compleja), que han presentado –desde las más diversas perspectivas teóricas- la centralidad de la información y la comunicación como un elemento distintivo de las sociedades modernas (para algunos posmodernas).
Admitamos entonces, en aras de la discusión, que el capitalismo moderno no sólo exhibe la justicia como un espectáculo sino también la vida cotidiana, la sexualidad, las guerras, la religión y el deporte (recordemos que los senos de la modelo paraguaya Larissa Riquelme, “la novia del mundial Sudáfrica 2010”, captaron mayores miradas que las jugadas maestras de Lionel Messi o Cristiano Ronaldo); y concedamos, también, que la trivialidad del análisis que nos plantea el ingeniero Gaviria, da cuenta no de sus rótulos académicos, sino de los afanes de un periodista, que en atención a las exigencias de su oficio debe entregar semanalmente una columna que “sorprenda” a sus lectores. Centrémonos sí, en algunos hechos que nuestro columnista –parafraseando a Bourdieu- trata de “mostrar ocultando” y proyectar, así, “una mirada engañosamente crítica”.
Difícil no coincidir con el ingeniero Gaviria cuando escribe que abogados penalistas como Jaime Lombana, Jaime Granados y Abelardo de la Espriella se han convertido en “personajes de farándula. Son entrevistados diariamente por los medios nacionales. Pontifican por la mañana en la radio, por la tarde en los juzgados (con señal en vivo) y por la noche en los noticieros de televisión”. Lo que se omite en esta constatación (y es parte de lo que un auténtico análisis crítico debe develar), es que estos “personajes de farándula”, hacen parte de la nómina de profesionales del derecho que han defendido altos funcionarios del Estado, Congresistas y miembros de los grupos económicos, en temas de paramilitarismo y corrupción. En una palabra: están al servicio del poder. En esa “justicia espectáculo” no tienen cabida -por decir algo- los abogados penalistas que llevan los casos de las “madres de Soacha”, o más genéricamente los integrantes de colectivos de abogados defensores de presos políticos. Callarlo es reforzar la ilusión del derecho como un campo neutral, quizás para no aparecer excesivamente politizado.
En esa misma línea advierte Gaviria que “Tarde o temprano, la justicia espectáculo acaba por erosionar algo que no hace parte de nuestra naturaleza, que la humanidad tardó mucho tiempo en construir, ese gran legado de la ilustración: las libertades individuales, la presunción de inocencia, la defensa del individuo ante la coerción de las mayorías, ante nuestro deseo instintivo de castigo. En la justicia espectáculo, los derechos humanos terminan subordinados a los deseos revanchistas de la audiencia o de los mismos jueces”. En efecto, una gran verdad que ahora muchos analistas “críticos” enuncian en voz alta, con la seguridad de que no incomodarán al poder, porque crece el espectáculo de ex ministros, ex asesores presidenciales, ex parlamentarios, ex comisionados de Paz, altos funcionarios del DAS y de la cúpula militar requeridos por la justicia.
Durante las dos administraciones del presidente Álvaro Uribe fuimos numerosos los académicos, líderes sociales, miembros de la oposición, periodistas críticos, que tuvimos que enfrentar montajes judiciales que poco a poco han ido cayendo. Sin embargo, en estos años de euforia de la “Seguridad Democrática”, muchos columnistas “críticos” se cuidaron de invocar este “legado de la ilustración”. Ni siquiera se escuchó de ellos una voz de repudio, o al menos de solidaridad en el caso del sociólogo y ex rector de la Universidad del Magdalena, procesado por rebelión, y asesinado pocas semanas después de que un juez lo absolviera de los cargos que se le imputaban. La participación de funcionarios del DAS en este crimen, es un hecho hoy comprobado.
Y es que estos editorialistas (generalmente también catedráticos), acomodan sus conceptos de acuerdo al escenario político en que actúan, cuidando siempre de rendir culto a los dioses del poder. Así, el abogado Rafael Nieto Loaiza, refiriéndose a los procesos del general Arias Cabrales, el coronel Plazas Vega y la ex congresista Nancy Patricia Gutiérrez, afirmaba enfáticamente: “La privación de la libertad […]debe ser siempre resultado de un juicio justo y una medida excepcionalísima. Por eso los derechos humanos tienen tres principios fundamentales en materia penal: el de la presunción de inocencia, el de que cualquier duda se resuelve a favor del reo y el de la no retroactividad” (Sobre falsos testigos y acusaciones. El Colombiano, junio 19, 2011). Una semana antes, comentando el sentido del fallo absolutorio que diera a conocer la juez cuarta indicando mi inocencia , tras un largo proceso de dos años en el que se me mantuvo privado de la libertad bajo la sindicación de los delitos de rebelión y concierto para delinquir: el politólogo lamentaba que esta decisión hubiese dejado libre a “Jaime Cienfuegos, el profesor dedicado a hacerle proselitismo y reclutar estudiantes para las Farc, como está plenamente demostrado en los computadores de Reyes” (La Justicia que Sufrimos, Junio 5, 2011). Revelando no sólo una absoluta ignorancia del proceso que se me siguió, sino una total incoherencia con los principios universales que proclama.
El mismo Alejandro Gaviria en una de sus columnas periodísticas me señaló de ser un “propagandista de las FARC” (Pólvora en Gallinazos, El Espectador, julio 11, 2010 ), sin embargo, ahora lamenta que su colega, el ingeniero y ex director del Incoder Rodolfo Campo Soto haya sido declarado “un peligro para la sociedad” y que tal hecho fuese registrado por los medios de comunicación “como si fuera un partido sin importancia, de segunda categoría” y concluye diciendo “En la justicia espectáculo, paradójicamente, las violaciones de los derechos humanos no son noticia”. Mayor razón no le puede caber a esta afirmación, porque si la privación de libertad de su amigo y colega no fue un suceso relevante, menos lo ha sido, la casi simultánea liberación de la socióloga y defensora de Derechos Humanos, Liliany Patricia Obando luego de estar cerca de cuatro años encerrada, aislada en un patio del Buen Pastor, y padeciendo un largo viacrucis ante los tribunales judiciales donde le fueron negados derechos fundamentales, entre otros, su reiterada solicitud de casa por cárcel, pese a tratarse de una madre cabeza de familia con dos menores. Esto sin contar que estaba siendo juzgada a partir de una prueba ilícita e ilegal.
No obstante la gravedad de estos hechos que una vez más ponen al descubierto el montaje jurídico de la farc-política, la situación de Liliany constituye apenas una pequeña muestra no sólo de la falta de garantías judiciales que padecen los más de ocho mil presos(as) político(as), sino de las difíciles condiciones de privación de libertad en que sobreviven. Marisela Uribe García, quien se diera a conocer por la valiente denuncia que hizo de las fosas comunes en la Macarena, perdió sus bebes gemelos que esperaba debido a los maltratos recibidos en reclusión. Aunque parezca “anacrónico” decirlo ingeniero Gaviria -porque la simple descalificación no desestima un argumento- estas inequidades de la justicia también han alimentado las “causas objetivas del conflicto armado y social colombiano”, que muchos se empeñan en desconocer.
Bienvenido el debate, bienvenida la discusión de ideas. El pensamiento crítico, también es una ganancia que ha costado muchos esfuerzos y vidas de personajes que en su momento fueron condenados a la hoguera. Pero no olvidemos aquellas palabras de Edward Said “El análisis intelectual auténtico prohíbe que a una parte se le coloque la etiqueta de inocente, y a la opuesta la de mala… La moralidad [del intelectual] empieza con su actividad en este nuestro mundo secular: ¿dónde tiene lugar?, ¿al servicio de qué intereses está? ¿cómo concuerda con una ética coherente y universalista? ¿cómo distingue entre poder y justicia? ¿qué revela de las propias opciones y prioridades?” (Said, Representaciones del Intelectual, 1996. Signos de interrogación, MA)
1 comentario:
Un colega me llamó la atención sobre esta entrada. Reconozco que las violaciones de los derechos de los acusados no son nuevas. Concedo que sólo ahora escribí sobre ellas. Aprecio el tono sosegado (crítico, pero respetuoso) del profesor Beltrán. Saludos.
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